Así fue como comenzó mi relación con las almas,
desde aquel día he podido entrar en contacto con ellas. Primeramente pensé que
el espíritu de la chica en la playa y el posterior viaje al que me llevó años
atrás, precisamente hasta el día de su muerte era porque pedía justicia o quizás
buscase venganza por su asesinato, pero luego de hacer varias averiguaciones encontré
la playa en donde había tenido lugar el hecho y supe que realmente el
asesino había sido puesto entre rejas, se trataba de un vulgar proxeneta
apodado El Puño, por la fuerte pegada que tenían sus manos, quien estando cumpliendo
pena por la muerte de Raquel y de otras dos chicas, murió en extrañas circunstancias en la cárcel en que
estaba recluido.
Desde pequeño sentí curiosidad por el mundo
espiritual, pero a pesar de haber leído varios libros del tema, haber puesto
infinidad de vasos de aguas y encender cientos de velas en busca de un alma, nunca
había logrado ver un espíritu y mucho menos había viajado en el tiempo. Después
de aquel día retomé mi afición a los libros de espiritismo y hasta me puse en
contacto con personas que decían conocer del tema, tuve varias decepciones, pero
en su mayoría era gente que realmente se comunicaban con el más allá.
Mayormente todos me aconsejaban que abriese una
consulta y que ganase dinero con la capacidad que tenía, pero ya yo tenía un
buen trabajo, además no era capaz de conectarme con los muertos cuando yo
quería, surgía de repente, así no más. Es cierto que mis conexiones con los espíritus
cada vez eran más frecuentes, y que cuando había transcurrido un año de mi
encuentro en la playa, me sentía con más dominio y comprendía mejor los
mensajes de los muertos.
Para aquel entonces trabajaba de comercial en
una empresa que vendía entre otras cosas materiales de oficinas. Viajaba
constantemente por toda la ciudad visitando a nuestros clientes, cada día veía
caras nuevas en mi andar, a veces se hacía un poco complicado realizar mi
trabajo, en ocasiones estando reunido más que escuchar a mi interlocutor o
tratar de vender, desviaba la atención hacia los muertos que pululaban a su
alrededor. Por lo que me aprovechaba de
mis visiones y utilizaba la influencia que ejercían los muertos sobre mis
clientes para cerrar las ventas.
Una tarde, haciendo tiempo a que abriese un
negocio que debía visitar entré a un bar a tomar un café. Nada más voltearme en
busca de una mesa, una muchacha tropezó conmigo y derramó el contenido de la
taza que portaba en la ropa de ambos. Luego de la pertinente disculpa insistió en invitarme
a otro café. Después debido a la carencia de mesas nos vimos obligados a sentarnos juntos en una mesita que estaba vacía en la
terraza. Carolina tenía más o menos mi edad, rondaba los treinta años. Recuerdo que era verano, vestía de blanco y su rostro emanaba confianza y
sinceridad.
Aunque no tenía dominio absoluto de mi cuerpo,
ya comprendía muchas cosas de las que me sucedían. Desde el instante en que me
senté en aquella mesa sabía que entraría en esa especie de trance en que podía
comunicarme con espíritus. Pude visualizar parte de su vida en unos segundos,
su falta de motivación hacia una vida mejor y sus constantes cambios de parejas
fue lo primero que divisé. El tormento que sentía en su interior nada tenía que
ver con su propia voluntad. Carolina tenía dos seres que le hacían compañía: una mujer madura, de
mirada fija y penetrante, quien parecía
ser de las dos entidades la que más influencia ejercía en su vida. Al
otro espíritu que le acompañaba no le podía ver el rostro, sus apariciones eran
intermitentes.
No sabía exactamente cómo empezar a explicarle
lo que estaba observando. Después del tropiezo inicial y de haberme presentado,
le dije sin titubeos a Carolina que yo la podía ayudar con sus problemas. Recuerdo haberle dicho que no había más interés que el simple hecho de
ayudarla, claro ella al principio no entendía a dónde yo quería llegar. Le
expliqué que podía sentir sus inquietudes, le hablé de sus constantes cambios de
empleos y de parejas, por lo que rápidamente supo que sabía muchas cosas de su
vida y que yo no estaba mintiendo. Esperé a que pudiese controlarse, le di una
pequeña servilleta para que secase sus lágrimas y continuar con mis consejos.
Continuará…
frankca-dreams.blogspot.com
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