La pasada madrugada desperté de un salto…,
sudado y aturdido, no me podía creer la pesadilla que había vivido. Era la segunda
vez en la noche que despertaba, maldita madrugada. Primeramente había soñado
que los hombres perdíamos el protagonismo y toda la hegemonía en el mundo, lo
que supuso para mí un fuerte trauma, bastante difícil de superar. Dicen que los
sueños duran un corto periodo de tiempo, pero para mí fue una eternidad. Veía
como las mujeres nos remplazaban de todos los sitios. No sabía qué hacer, más que
llorar…, me parece que anoche protagonicé una rabieta cómo si fuese un bebé.
Luego cuando entre taquicardias y sollozos
logré conciliar el sueño, pude visualizar el cambio. La directiva de todos los países
pertenecía a las mujeres, no existían Presidentes, Congresistas ni
Parlamentarios hombres. Las amas de casas tenían las riendas, entre ellas colaboraban
y se apoyaban utilizando la sabiduría y experiencia de las mujeres
profesionales que fuera de casa trabajaban.
Al principio de mi segundo sueño, pensé que las
mujeres se habían vuelto locas, claro…, habían destruido y quemado todas las armas del universo. Después
comprendí que no las necesitábamos. Por el precio de cada avión de combate
habían construidos decenas de hospitales; con el presupuesto destinado a misiles construyeron cientos de escuelas. El
mundo era de ellas, los hombres quedábamos relegados en casa, rodeados de ordenadores, televisores
y apachurrados en el sofá. Al principio del cambio todos estábamos contentos
con el control de nuestros respectivos mandos; a pesar de que íbamos percibiendo los cambios de
la sociedad en que vivíamos. Se acortaban las diferencias de
clases, y hasta la prima de riesgo dejó de ser mala, puesto que ella también
era fémina, y su actitud había cambiado.
Los bancos poco a poco desaparecían. Recuerdo
la imagen de un parque en dónde no habían mujeres, los hombres casados colmaban sus
asientos, no sé si debido al uso de implantes o por evolución propia de nuestra especie,
pero juro haber visto a más de un padre darle el pecho a sus hijos.
Mientras transcurría el tiempo todo lo masculino se desesperaba, la verdad..., es que se nos
tenía prohibida la dirección de cualquier empresa y hasta pasado más de veinte
años no podíamos ejercer ningún cargo público. Solamente por humanidad se les dió
trabajo a solteros y viudos, mayormente en la construcción, recogida de basura
o de vigilantes de seguridad, el resto estaba obligado a permanecer en casa
realizando las tareas hogareñas.
A pesar de nuestro enfado éramos conscientes de
la responsabilidad que tuvimos durante siglos para llevar por buen cauce el
planeta. Ahora nos tocaría esperar y darles la oportunidad a las mujeres. Todos
coincidíamos en lo bien que lo habían
hecho nuestras madres. Estábamos de acuerdo en que no era una cuestión de sexo,
había llegado el momento de pensar en cómo
salvar a nuestra especie y al planeta, quién mejor que ellas qué sin pensar en géneros nos habían llevado durante nueve meses en sus entrañas.
frankca-dreams.blogspot.com
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