Saturday 2 April 2011

Volando Voy


Cada noche voy a la cama junto a mi mochila, no me puedo separar de ella mientras duermo, antes de acostarme tengo el cuidado de verificar su interior y comprobar si está el pedacito de queso manchego, las aceitunas, un frasco pequeño de aceite de oliva, una botella de Terry  Malla Dorada y algún que otro regalito que no me puedo dejar. Ya que hace pocos días aprendí a volar, debo estar cada noche listo para partir, como aún no tengo la capacidad de decidir cuando puedo emprender vuelo, tengo que intentar dormir con tranquilidad, bien relajado y esperar.

Al fin… la pasada madrugada tuve suerte y pude cruzar el Atlántico, el viaje fue rápido y excitante, pero a mi llegada tenía mucha sed, por lo que decidí aterrizar directamente en Coppelia, además me apetecía un buen helado; todo había cambiado un poco, y reconozco que estaba algo nervioso, por lo que tuve que pedir ayuda a una Sra. que al parecer por ahí paseaba, me orientó con bastante amabilidad, recuerdo me preguntó en que moneda quería yo pagar, a lo que respondí rápidamente, claro está, en moneda nacional, me sentía más cubano que nunca,  además sabía que en mi mochila tenía algo de pesos cubanos.

Caía la tarde en La Habana, la cola era larga, pero iba bastante rápida, no pude evitar la humedad en mi boca, y no sé,  en  que otro sitio más, saboreaba la ensalada de helado de Almendra que compraría llegado mi turno. Fui atendido por una parca camarera, lo que apenas me importó, bandeja en mano, con mi añorada ensalada de helado y un vaso de agua, luego de haber pagado, dije con alegría ¡vale…muchas gracias! -maldita expresión-, yo mismo me había descubierto, rápidamente la camarera abrió sus expresivos ojos y frunció el ceño, para decirme, pero tu eres español, a lo que respondí sin titubear, ¿como que español, no me ves?, yo soy Frank, cubanito como tu, el hijo de la negra prieta, ¿y por qué hablas así? no tenía escapatoria, eché la bandeja a un lado y salí corriendo a toda velocidad rumbo a la calle 23, con tan buena suerte, una atestada guagua abandonaba la parada lentamente, lo que aproveché para agarrarme a no sé qué o quien, corrí a más velocidad, hasta que fui capaz de subir un pie en el estribo, atrás deje los gritos de cógelo, cógelo, descaraooo…, creo que hasta gusano me gritaron, colgado en escena por toda la calle 23, no hacía más que pensar, sabía que era ilegal, no había pedido permiso de entrada a mi país, me sentí como un negro sin papeles en Europa, con la diferencia que yo estaba en mi patria, o así lo creía yo. No creerían que entré volando, y a la cárcel iría. Durante todo el trayecto pensé como hacer cuando me tocase  pagar la guagua, hasta que tomé la decisión de no decir una sola palabra, cosa que fue imposible, cuando llegamos a la esquina de  23 y 12 estando aún enganchado, escuché junto a mi mochila, Sres… esto se jodió, se rompió la guagua. Coñó… y ahora que hago, todo me hacía recordar que me encontraba en la mayor de las Antillas, en  mi Ciudad de la Habana, el entorno, la gente, y su incertidumbre, como la gran mayoría, me preguntaba, cuando llegaré a casa, miré  mi reloj y me percaté que ya no tenía tiempo, debía volver a mi cama, tenía que volar de regreso a Barcelona, me quedaban solo un par de horas para despertar, será en otra oportunidad, y abrazado por mi mochila, rumbo a Europa tuve que despegar.


frankca-dreams.blogspot.com