Mi vida lentamente se había ido inclinando hacía un terreno que yo
desconocía, al principio reconozco que sentía mucha satisfacción de ser capaz
de comunicarme con los muertos, pero luego comencé a sentir miedo, no por los
espíritus en sí… sino por mi mismo, la inseguridad me estaba comiendo, no sabía
cuando me acercaba a una persona, o ésta a mí… por qué lo hacía.
Comencé a confundir mis sentimientos, o tal vez… mis necesidades o la
capacidad que tenía. Hacía unas tres semanas que había conocido a Pamela, una
muchacha encantadora. Al principio, creí estar locamente enamorado de ella,
luego empezaron las dudas, me di cuenta de que no era normal que tuviese tanta
dependencia, la llamaba constantemente, le enviaba mensajes al móvil para saber
cómo se encontraba. Por supuesto que para aquel entonces, yo era consciente de la habilidad que tienen
los espíritus de buscar ayuda en los demás para solventar sus pasiones,
utilizando siempre todo tipo de tácticas para aproximarse a sus presas, y así
poder cumplir sus objetivos, por eso comencé a dudar de mi mismo. Ya no sabía
si era realmente amor, pasión… o simplemente estaba siendo víctima de mis
propios conocimientos y había caído en la trampa de una entidad.
También había algo que me decía... que no debía intercalar mi vida
personal con el espiritismo, mi cabeza rondaba la posibilidad de ir en busca de
ayuda, tal vez algún buen psicólogo me podría decir… qué era lo que me estaba
sucediendo. Sí, tenía bien claro, que
algo fallaba en mí interior.
Es muy difícil… desde adentro mirar hacia afuera, yo era capaz de ayudar
a los demás, porque podía ver sus almas, me apoyaba en sus protecciones, o buscaba
en los seres que querían apoderarse de sus cuerpos; pero no era capaz de hurgar
en mi mente, no podía hablar con mi alma e introducirme en mi propio cuerpo.
Tampoco quería juzgar a Pamela, en todo caso ella también podía ser una
víctima. Aunque después de recordar claramente el día en que la conocí, sorteaba
mis dudas en una balanza… es cierto que siempre sentí inclinación hacia las
mujeres como ella, que sin llegar a ser la más bella, te colmaba con sus
encantos… refinada, de lento andar, pero segura de sus pasos y con una mirada
penetrante... difícil de esquivar. Por otro lado estaba la realidad, de que nos
habíamos conocido casualmente trabados en un ascensor, estuvimos más de una hora
en espera de ser rescatados, durante ese tiempo hablamos prácticamente de todo,
intentamos relajarnos conversando, desnudando nuestras vidas, como si fuésemos a morir en aquella caja
metálica.
No creía en el amor a primera vista, tenía como concepto que para llegar
a enamorarse se necesitaba de un cúmulo de cosas, donde por supuesto la atracción
física tenía su grado de importancia, pero yo apostaba más por la profundidad
de la relaciones, la confianza mutua, la complicidad, el desinterés... de no ir
sólo en busca de lo material y una serie de valores, que una vez concatenados,
llevarían al verdadero amor. Lo que no acababa de entender era la exagerada simpatía
que sentía por Pamela, pero y si yo estaba equivocado, tal vez mi constante
vida entre muertos y espíritus me hacían ver fantasmas donde no lo habían. Se
trataba de mi vida, tenía que buscar una solución.
Continuará...
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