Tuesday 6 November 2012

En su Alma (continuación. VI)



Murió en el acto, pero el alma no aceptó abandonar su cuerpo, continuó aferrado a la tierra, a los libros, a la vida que conocía. Sus padres ya eran mayores y estaban jubilados, al no poder hacer frente al negocio, se vieron obligados a cerrar,  y vender el local luego de la repentina muerte de su hijo. En cambio, Mariano ahí quedó, tal vez porque no supo elevar su alma, por lo que continuó viviendo entre penumbras, escondido, relegado en un rincón de la antigua librería. Atormentado porque no aceptaba el cambio. Deambulaba por toda la tienda, e intentaba en vano comunicarse con los clientes. Algo que ciertamente no consiguió, pero si fue capaz de interferir en las mentes de muchos de ellos, influía negativamente para que no comprasen. Generaba tanta energía negativa con su presencia, que incluso los empleados de la tienda se equivocaban constantemente en sus labores. Las ventas disminuían, y Mariano cada día creía más, que su oportunidad se iba acercando.

- Sr. Castillo, yo le puedo ayudar, pero tendría que aceptar primeramente ciertos cambios en su vida que al parecer desconoce.
¿Usted me puede decir qué día es hoy? ¿En qué año estamos?

- Ahora mismo la verdad es que no lo recuerdo, pero no le veo la importancia. A mí me da igual que sea Lunes o Jueves, éste sigue siendo mi negocio como ya le dije anteriormente.

- Lo que verdaderamente usted no recuerda es que murió, pero puede que sí recuerde el día en que luego de sentir un dolor en el pecho, se desplomó usted de la escalera.

Mariano no me supo responder, pero pude encontrar dentro de su silencio la respuesta, sí que recordaba aquel día. Su dedicación durante años al negocio familiar le impedía abandonar el lugar. Fue entonces que supe, que sería prácticamente imposible hacerle entender, necesitaría demasiado tiempo para que continuase con el próximo paso después de su muerte, elevar su alma.

Recuerdo que salí del pequeño almacén y allí lo dejé como mismo lo había encontrado, ausente y taciturno en su rincón.

Ernesto se encontraba revisando algunos documentos cuando entré en el salón principal de la tienda. Exhalé un poco de aire, sequé el sudor de mi frente con un pequeño pañuelo, y esperé unos segundos a que archivara unos papeles y guardase la carpeta que sostenía en la mano.

- Ya he localizado el verdadero origen, de parte de tus problemas en la tienda.

- Explícame cómo es eso, no me puedo creer que de la noche a la mañana resuelva todas mis deudas y los líos en que me he metido desde que abrí esta maldita tienda.

- Ernesto, tienes toda la razón, pero tampoco creo que tardaremos tanto tiempo en resolverlos. Se trata en realidad de una larga historia.
Le expliqué claramente todo lo que sucedía. Le hablé de la importancia de haber descubierto el por qué de sus problemas en la tienda y de lo que deberíamos hacer de ahora en adelante.

- Carlos, sinceramente yo lo llamé a usted debido a la desesperación que tenía, y aunque realmente no creo mucho en estas cosas, estoy a su entera disposición para solucionar todo esto. Y en cuanto al dinero no se preocupe usted, que si verdaderamente me ayuda, le pagaré bien por su trabajo.

- Le agradezco mucho su intención, pero no suelo cobrar por esto, lo único que tendrá que hacer todo cuanto le vaya diciendo. Para empezar tendrá que ir a la iglesia.

- Cómo que a la iglesia, yo no soy creyente.

- No se preocupe usted, que yo tampoco suelo ir a la iglesia, ni me rijo por ninguna religión, pero sí creo en el poder de la mente.  Simplemente utilizaremos las misas que ahí celebran los feligreses, para que nos ayuden a elevar el alma de Mariano. Los rezos y plegarias son buenos para las almas en pena, y mucho más hechos en conjunto.

- La verdad es que no me veo rezando en una iglesia.

- Ernesto usted no tendría que rezar, lo único que tienes que hacer es pedirle al sacerdote una misa a nombre de Mariano Castillo, ellos se encargarán de los rezos. 


En su Alma (continuación. VI)
frankca-dreams.blogspot.com

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