Con el aumento de los países gobernados por sistemas democráticos se ha ido acortando cada vez más la distancia que existía entre los Partidos con políticas de tendencia izquierdista, con respecto a los de derecha, tal parece como si fuesen en busca de un punto en común. Aunque durante sus campañas electorales, puede que se marquen diferencias, sus Presidentes una vez electos, se rigen por los mismos patrones y no hacen otra cosa que tratar de continuar en el poder y perpetuar su mandato, tantas legislaturas, como la constitución del país en cuestión se lo permita, y algunos hasta intentan cambiar cuantas leyes puedan durante su mandato, para estar más años en el poder. Es significativo que las grandes multinacionales, la banca, la iglesia católica y cuanta poderosa asociación exista, quedan al amparo de cualquiera de estos Partidos una vez electos, haciéndonos dudar, y preguntándonos, quien o quienes realmente gobiernan los países, los políticos o el entramado de grandes empresas, bancos o financieras.
El crecimiento de profesionales en diferentes sectores, lejos de ayudar a una mejor elección de los políticos e incrementar la capacidad intelectual y así la efectividad de éstos, lo que ha servido es para perfeccionar sus campañas electorales, mejorar sus discursos, e implantar leyes y normativas cada vez menos favorables a la masa, al pueblo.
Cuando vemos lo bien asesorados que están los Partidos Políticos, por parte de Economistas, Sociólogos, Sicólogos, Historiadores, y profesionales de otras tantas especialidades, todos a cargo de hacer más efectivo el aparato político, no tenemos otra opción que esperar a que el conjunto de las sociedades tenga la suficiente madurez como para hacer buen uso de todos estos profesionales, sin que el dinero los lleve por el camino equivocado.
Entre amigos discutimos, aprobamos o desaprobamos a todos estos políticos, aun teniendo pleno conocimiento de que no son si quiera capaces de escribirse sus propios discursos, además de estar plenamente consciente de que luego se convertirán en nuestros opresores, ya sea por voluntad propia o por falta de capacidad para dirigir una nación.
