Autoayuda

Se han puesto de moda universalmente diversos programas de Autoayuda. Cómo levantar la autoestima y enfrentar la vida sin el estrés que nos caracteriza se ha convertido en una ardua tarea para todos. Muchas personas recurren a los supuestos especialistas en ésta materia, por todo el mundo se imparten cursos y conferencias e incluso grandes empresas contratan a expertos para que sus empleados se guíen por sus diferentes orientativas y consejos, de lo que sería supuestamente la base del éxito.

Yo creo profundamente en el poder de nuestra mente y en las ventajas que nos brinda el hecho de ser positivos  para adquirir cuanto queramos en  la vida, pero no puedo creer que en solamente 30 días puedo tener suficiente dinero para vivir o incluso llegar a ser millonario. Todo depende de mi nivel de entrega y de la capacidad que tenga para seguir todas las orientaciones de estos mesías.

Solo tengo que creer en Dios y seguir tres o cuatros consejos de uno de estos sabios para lograr mis objetivos. ¿Dónde estará el engaño? ¿Qué tiene que ver Dios con el crecimiento personal? Supongamos que todo esto sea cierto, pero cómo puede mantenerse una persona durante un mes alejado de sus problemas, y pensar positivamente sin velar por su familia, su casa, los problemas que nos surgen a diario en nuestros trabajos. La vida está ahí, continúa, no se detiene ni un solo instante, no creo que estemos acostumbrados a resolver nuestras dificultades con rezos y meditaciones y mucho menos que sea la solución a nuestros problemas. Claro que no renuncio a tener dinero, pero a qué precio lo tendría que pagar en caso de ser todo esto verdadero.

Sí... me considero una persona positiva, y hasta  creo que Dios me ayuda, sueño que está a mi lado, lo siento aquí presente velando por mí y los míos, lo escucho en el mercado cuando saca a hurtadillas su billetera  para pagarme la compra, a veces hasta me escondo para que no pague las ropas y juguetes de mis hijos... claro que Dios siempre está conmigo.

Lo siento si mi materia gris no está a la altura, pero no puedo entregarme por tanto tiempo, tal vez tenga que comprar un nuevo cerebro, que comprenda que el  ayuno fortalece a mi espíritu  y así no desear comer un buen jamón, beber una rica cerveza o deleitarme con un exquisito vino. 

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